el atrio lleno por el cual
divagan reptiles sin cencerro,
verdes, violentos y sin vertebras,
el laberinto de arterias por donde
resbalan los sentimientos hasta el altar,
escuchar misa dentro del corazón,
para dejar todo al azar,
vientre de todos los pecados,
llorar sangre y alma en el entierro de un amor,
eso es lo que yo quiero,
rezar en pro de tu santo clítoris,
para que las válvulas
lleven sangre a tu sexo
y que nunca me falten tus besos,
pan y saliva de cada día,
confesar los buenos modales en la alcoba
para nunca volver a cometerlos,
hacer de ti mi devoción,
deshacer tu cuerpo-arcilla
con mis manos de madera caoba,
llevarlo al horno-infierno
de mi cama
sin convocar a lo eterno,
cocinar tu forma de barro
hasta obtenerte en un orgasmo,
llena de tu conciencia ajena del olvido,
completa y dentro de ti,
porque tu esqueleto,
tierno, blanco y de sal,
es mi gravedad,
todo el sabor del mar
dentro de tus ojos
cansados de tanto naufragar,
lo grave de la edad
son las ilusiones en pretérito
y las nostalgias a futuro,
pese a todo,
este manuscrito no ha sido escrito,
lo efímero es una aorta sin destino.