lunes, 19 de mayo de 2014

Yo también les doy mi mano

Yo vi al cielo llorar negra sangre,
los ríos se llevaron cada lágrima
que mi pueblo pudo llorar,
chocando con cada piedra del camino,
nos jugaron una falsa tómbola,
yo escuché de lejos,
de muy lejos
casi en el exilio,
con mi corazón en las calles,
el llanto de los que querían salvar a nuestra madre,
hijos del barro que ensuciaban sus puras manos
con el oro negro,
para mostrarnos que nuestra madre también sangra,
ello, los que firmaban dejando su anhelo en cada trazo,
esperando que cada linea nos acercase más a la utopía,
pero como si fuese absurdo soñar lo justo,
com si fuese descabellado
escuchar la voz de un pueblo,
desmoronaron todo con un chasquido,
los dioses crueles de arriba,
de la hipocresía,
resolvieron crear la política de las migajas:
pedacitos de miseria para todos por igual
y un bando de mentiras para sazonar
todo aquello que ya había sido decido,
la bautizaron llamándola democracia
para que cada uno pueda lamentarse
todos los atropellos en la privacidad de su propio rincón,
porque allá,en mi país
no se cuentan mentiras
se las practican a diario,
controlaron al silencio y al miedo,
de antemano nos mostraron su rostro:
el rostro del poder corrupto,
cada corazón de mis hermanos
se desterró a la incredulidad,
decepcionados se fueron
en contra de lo injusto,
sin retroceder ni paso,
para hacerse escuchar
aunque sea el uno al otro
porque el señor de arriba
ya no atiende ninguna suplica,
ni entiende razón ni santo,
se exiliaron a una parte más justa de la razón,
donde el corazón tiene voz y voto
y la conciencia es un grito unánime,
los del poder se achicaron
a repetir cada torpe paso
para siempre llegar al mismo lugar,
como si el pretérito estuviese
guardado en los actos del presente,
el lugar que no deja soñar a los nadies,
donde se calla a los justos
y se patea a la madre,
tumbándola desde la raíz
con el afán de obtener
algo de ese hastío inservible
que tiene como destino
toda la miseria del hombre,
yo de lejos, pongo mi corazón al fuego
y les doy mi mano y mi orgullo,
para que nuestro grito
resuene en esos tímpanos petrificados.