gordos y teledirigidos,
con sus explosivos vientres
y sus alas de metal,
que los detengan sus tristes dueños,
miserables llenos de temor,
que no ven que no sirven para nada,
que su vuelo amargo
no resuelve ningún conflicto,
con sus dispositivos de control,
con sus radares mal calibrados,
con sus inconscientes ojos,
nunca llegarán a completar ningún objetivo,
porque no existe objetivo en la muerte,
sólo odio e intereses mezquinos,
que detengan toda su artillería de metal,
sus monstruos carroñeros de carne inocente,
su orquesta desafinada y sangrienta,
que se detenga la rabia
de sus manos llenas de armas,
bombas y bombas
como el repique de tambores
sobre el pecho abierto de nuestra madre,
nuestros hijos y sus balones abandonados,
nuestros hermanos y hermanas
separados en pedacitos innumerables,
nuestros padres y abuelos
pálidos, inmóviles, sembrados en la tierra
a la espera de un lugar donde descansar,
donde olvidar tanta realidad,
a todos ellos que llevamos en nuestra
memoria universal,
en nuestro rinconcito de pesares y dolores,
en nuestro cósmico corazón de barro,
nos los van desgarrando de a poco,
van destejiendo al amor,
construyendo sus ideas de odio
como si fueran palacios de lujo,
catacumbas sagradas que justifican tanta atrocidad,
pero de qué sirve alzar la voz
cuando todo es sangre y lágrimas,
cuando la tierra se tiñe de horror,
cuando todos miran a los cobardes
acribillar a sus hermanos,
el ruido de los estallidos calla
cualquier lamento,
nadie tiene palabras para poder frenar
tanto odio,
cómo retomar la consciencia,
reconstruir el amor desde las cenizas,
en un pase mágico
hacer brotar al olvido donde los pequeños huesos
cayeron desplomados,
erradicados de este mundo,
hundidos sobre si mismos,
en los ojos ya no existe vida
después de tanta muerte,
todas las miradas tristes
se miran buscando un sobreviviente,
parientes de la tierra desierta,
de la única madre fecundada,
rezar, llorar, pregar mil bendiciones
para que todo sea amor,
para que nadie vuelva a lanzar
ningún pájaro metálico,
para que todas las aniquiladas
almas vuelvan a su lugar de origen,
sin más ira, sin más rencor
el río seguirá su curso y su perdón.