llevas la cicatriz y la infección, dice la madre,
el niño vió en sus ojos el fin del mundo,
otras desgracias y su espalda espejo reflejando a la nada,
balanza sin justicia de un viaje sin retorno,
dulce encrucijada de un cadáver prematuro,
los verbos y las metáforas desgarrando su columna,
vertebral día a día de la esperanza,
el peso de siete mil millones sobre la espalda de un dios,
ausencia de la presencia omnipotente,
el niño: hormiga de un presente reza con lágrimas en las manos,
entre humo y humo se ahoga a la muerte,
alcohol y drogas: la realidad no se dispersa,
es el fin, grita el diamante aferrado con sangre a su dinero,
correr, morder, matar, estrangular a la misma madre,
atragantarse el último bocado del siglo veintiuno,
quemar los bosques y el corazón lleno de odio,
a fuego lento los mares arden como un reloj de arena,
los asesinos salen de su hormiguero,
los bancos resguardan doblemente su dinero,
what time is it, pregunta el fin del mundo,
el mundo se despide como la última miss universo,
saluda con su mano y su sonrisa hipócrita,
la madre agoniza en su suelo árido,
su hijo se marcha a la muerte todas las mañanas,
que fácil morir cuando te matan y el sudor no vale un mañana mejor,
las lágrimas siguen empapando su camisa de sudor,
tocan las campanas de las doce y la iglesia llama a su dios,
estamos solos, grita la madre desde las llamas de su entraña,
el niño sangre camina sembrando partes de su cuerpo en el camino,
la madre cuenta las partes de su hijo,
nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno y zero,
la esperanza de la madre,
ensangrentada en la arena,
se rinde sin más que pedir,
ni dios ni el dinero
podrán salvar a su siglo veintiuno,
hijo semilla de un futuro aniquilado.
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