El hombre pone nombre
y crea la imagen
contradiciendo a la realidad,
yo, a través del movimiento
de mi mente volatil
me convierto en pájaro,
nombrando aquello que anhelo,
me adentro en el fondo,
mis párpados se cubren de barro,
un lugar térreo de mi alma
con sabor amargo se deshace,
seco, desierto, quebradizo,
casi árido queda mi corazón,
despegado de un pretérito iluso,
sólo el son del eco oscuro
resuena en mi catacumba,
saber que uno muere
de segundito en segundito
te alimenta con cucharaditas de vida,
de pertenecer al tiempo,
ser ingrediente de lo efímero,
un ladrillito de la casa grande,
pero nos impregnamos
de deseos de rebote,
de falacias televisadas,
dejándose ser una parte del todo
y otra de todos
nos convertimos en el universo,
el viaje sólo empieza
cuando se conquista el silencio,
se comprende la soledad
y se parte hacia el mar.
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