Y a la noche la mujer maravilla decidío
que rareza merecía comprarse una cabeza,
de esas tipo japonesas,
porque de par en par estaba
perdiendo su locura,
se subía a la montaña rusa
y al bajar se daba cuenta
que era mi musa vestida de ternura,
que era mi musa vestida de ternura,
esa cabecita le andaba como sistema
solar sin planetas y yo soñando en ser su tierra,
sin luna, sus ojos merodiaban como marea brava,
mis embarcaciones que iban a parar a su norte
la encontraban cantando viajes ensueño,
su cuello era espacio público para la risa,
su sonrisa de enigma y coqueteo de lolita me llevaban
de lado a lado buscando encontrarle sentido,
sentido es tenerla a mi lado jugando
a ser su sofa, otras veces sólo su cama,
su rincón seguro sin esquinas ni rimas,
un a pesar de un talvez parecido a un quizá
que se convertía en un no sé tan parecido al de la japonesa.
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