Porque llené la casa de retratos,
tal vez dibujé toda tu alma,
porque quise que la patria,
mi patria, fueran tus labios,
rotos, tristes y lejanos,
porque ya no me duelen
los puñales en la espalda,
rotos, tristes y cercanos,
porque me quedé
al costado del río
viendo al olvido pasar,
de color negro y gabardina gruesa,
porque supé tomar el camino
que lleva a donde nadie fue,
de ojos verdes y alma de paraguas,
porque habité en tu sexo
días y noches del saxo fervoroso,
fugaces alegrías de almíbar,
en las cuales llamaste a la luna en gritos,
porque nos desnudamos,
y construimos más pasiones que el amor
en un boda,
porque fuiste mi primer verso,
besado, húmedo y tierno de amargura,
porque el jazz fue mejor compañía
que tu recuerdo,
fue el único lobo que se quedo
aullando a mi lado,
reclamando tu cuerpo a las estrellas
y reprochando tu ausencia en la sangre,
mientras el saxo continua aullando,
yo sigo buscando tus ojos en la luna.
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