De a poco fuimos germinando,
atreviéndonos a conocer el mundo,
sacando a la vida de la tierra
y al corazón del pozo,
como gusanos arraigados a la oscuridad,
nuestros ojos,
pequeños universos de barro,
se fundieron con la luz,
para crear dioses y amores,
para gozar de miedos y odio,
construir sueños de papel,
vivir los ojalases menos probables,
olvidar los nuncas de simpre,
memorizar los jamases ya sucedidos,
juntar todo en el albergue del alma
y, en la esperanza menos desesperada,
encontrar que la realidad es una pizca
de lo imaginado,
un grano de arena
en el desierto del reloj del tiempo,
el hombre más sabio sin sábanas
y el más pobre con televisión,
el más loco, desnudo,
el más cuerdo con cuernos azules,
andar de vivos por la muerte,
cuando ni fecundados hemos sido.
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