que ni las balas ni la realidad derrumban
mis utopías de letras,
porque me llevas de la mano cada noche
a rezar y hacer atados de tabaco
bajo el árbol de mi abuela,
a soñar sin construir muros ni negarme besos,
sufrir en ese estado cálido de salvación,
donde hasta la noción de lo real parece irreal,
mi suerte es saber que mi cordura
no es parecida a tu dictadura,
a tus amarras que buscan encarcelar al mar,
encerrar al viento dentro de un molino,
como si no nos bastase
en percibir sus limites,
putrefactos, anticuados, estables y constantes,
dentro de la única copa que lograste llenar
con tu miseria cuadrada y nostalgica,
mi suerte es conocer mi llanto,
las sombras y ese terror de la demencia
que me arropan cada noche con un frío distinto,
es ese sabor amargo que me da la certeza
de que voy por un camino diferente,
voy a llegar a vapor y sin carbón,
estaré esperándote en el principio de las cosas,
donde todo fue lo que quisimos que sea,
aquel lugar donde las palabras construían sentimientos,
mi suerte, al fin y al cabo,
es que nunca sabré lo que es real.
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