martes, 9 de noviembre de 2010

Décimo séptimo

¿Será qué los balcones también
miran a la ciudad o sólo la ciudad
mira a los balcones?
La ciudad era doce botellas
de cerveza y flores de plástico,
un paisaje de primavera desde
un décimo séptimo piso,
donde los murciélagos se
transformaban en pájaros
al amanecer de un nuevo sol,
y mi mirada era la inmensidad
que cabía en un vaso vacío,
a veces ese vaso estaba lleno,
lleno de rabia y alegría,
la alegría eran tres brasileras
llenas de alcohol hasta las tetas,
yo era el silencio sin gracia,
la última mirada a la puerta,
esa mirada corría hasta la calle
y me compraba cigarrillos,
pero todo era una realidad
que no me pertenecía,
una realidad que era mi desgracia.





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